Había una vez una chica que se llamaba Juanita, tenía 5 años, era flaca, alta tenía el pelo rubio con rulos y le gustaba mucho comer bizcochitos, también le encantaba su gato naranja, se llamaba Michifús y era un gato paseandero, salía siempre de su casa de noche y paseaba por el bosque que estaba cerca de la cabaña donde vivía Juanita.
Una mañana cuando Juanita se despertó Michifús no estaba por ningún lado, se había ido de noche a jugar al bosque, como siempre, pero no había vuelto, era raro, él siempre volvía a las pocas horas, cuando la nena se despertaba siempre estaba en los pies de su cama durmiendo. Juanita muy preocupada salió a buscar a su gato naranja por el bosque, buscó en los lugares de siempre: el árbol de manzanas, el arroyito donde había pescaditos y el tronco vacío que estaba tirado en el piso del bosque lleno de musgo.
No podía encontrarlo por ningún lado y se sentó en el tronco a pensar, estaba asustada de que a su gato le hubiese pasado algo y se puso a llorar, mientras lloraba escuchó una voz muy ronca que le decía:
-Buscás al gato naranja no?
Al darse vuelta vió que el que le hablaba era… ¡Un sapo!, asombrada dijo -sí, estoy buscando a Michifús, mi gato naranja, lo viste?
-Claro, dijo el sapo, pero lamentablemente no lo vas a poder ver más, se metió en la cueva encantada.
-¿Cueva Encantada? ¿Dónde está? preguntó Juanita
-Yo te puedo llevar si querés, pero no te lo aconsejo, en la cueva encantada vive Medusa, que es un ser mitológico muy peligroso, tiene serpientes en vez de pelo y si la mirás a los ojos… ¡te convierte en piedra!
-A mi ninguna loca de pelos de serpiente me va a robar el gato, llévame por favor, respondió la nena.
Juanita siguió al sapo que lideraba marcando el camino a los saltos, después de un rato de andar llegaron a una cueva escondida en una montaña gigante, rodeada de un espeso bosque de pinos. Al llegar a la entrada de la cueva el sapo dijo:
-Hasta acá llegué yo, mucha suerte.
-Gracias, le dijo Juanita y juntando coraje se metió en la oscura cueva.
La cueva estaba oscurísima, no se veía nada, pero por suerte a los pocos pasos vio que había una antorcha y un encendedor, la prendió y siguió el camino, había un silencio terrible, solo sus pasos se escuchaban. Al llegar al final de la cueva se encontró con una escalera que bajaba tanto que no se podía ver que había al final, empezó a descender lentamente y después de un rato largo de caminar se encontró con un un río, en la orilla se veía un barco y un barquero, el hombre la vió y le dijo que no debería estar en ese lugar y que se fuera, pero Juanita le dijo que había perdido a su gato y quería saber si lo había visto, el barquero le dijo que había pasado para el otro lado con Medusa.
¡Nadie me roba mi gato! dijo enojada la nena, llevame al otro lado por favor.
El barquero le dijo que para llevarla del otro lado tenía que pagarle un óbolo.
¿Un óbolo? ¿Qué es eso? preguntó Juanita
-Eh…una moneda de plata, respondió el barquero
Juanita revisó su bolsillo y sacó una moneda de un peso, tomá, llevame rápido que quiero buscar a mi gato e irme de este lugar horrible.
Ambos se subieron a la barca y Caronte con un remo grandote la llevó al otro lado.
Se despidió del barquero y siguió el único camino que había, luego de unos minutos de caminata se encontró con la Medusa, también vió a su gato, convertido en piedra, de adorno arriba de una mesita de luz.
-Mi gato! monstruo feo! ¿¡qué le hiciste!?
-¿Qué hacés acá!? tu gato vino a mi cueva, en un principio pensé en quedarmelo pero se portaba mal así que lo convertí en piedra
Juanita, enojadísima, agarró una espada que estaba en el piso y corrió a enfrentar a la malvada Medusa, ella le pedía que la mire para convertirla en piedra pero la niña era muy inteligente y acordandose las palabras del sapo miraba la punta de los zapatos de medusa esquivando su mirada.
Después de una terrible pelea, Juanita logró cortarle la cabeza a la medusa, que era la única forma de vencerla, y esto hizo que su gato vuelva a su forma original.
Muy contenta por la victoria, alzó a Michifús y volvió a su casa por el camino que había venido, cuando llegó a su cabaña se acostó junto a su gato y durmieron un montón… esa noche Michifús no salió.